Si la vida vale o no la pena de ser vivida, es una pregunta cuya respuesta además de predicada, debe ser practicada.
La pasión por vivir, sean muchas o pocas las penalidades, es una pulsión o, más precisamente, una reacción hostil y arisca contra el áureo resplandor del sinsabor que acompaña la ausencia de sentido de la vida, porque la vida, en su infinito revoltijo de grises, entraña una realidad inequívoca que nada ni nadie puede desdecir o injuriar: la vida no tiene peso y eso es lo que la hace verdaderamente libre, sin ataduras, si acuerdos contractuales, sin tareas para el hogar, sin absolutamente nada.
Una levedad llana y dulce, lo mismo que un merengue de claras arropando un bizcocho. Vivir, en sentido literal y figurado, es viajar.
Porque no estamos atados a ningún lugar en específico y tampoco hay, metas o destinos claros o prefigurados, por lo que lo único que hacemos es caminar de un lado a otro y, afortunadamente, eso no nos convierte en errantes sino en viajeros.
Viajeros de la vida. Viajeros del mundo. Y todos, viajeros entremezclados. Vivir es viajar y nosotros, queridos internautas, escogemos el tipo de viaje y los caminos que nos dé la gana.
Viajar por el mundo sigue siendo el tipo de viaje escogido entre la mayoría y nosotros te ofrecemos diez razones del porqué, ¡Desliza la pantalla hacia abajo para continuar!
Tabla de Contenidos
1) Lograr el quiebre de la rutina
La vida es perfectamente lo mismo que la suma de conocimientos y experiencias que tenemos de ella.
Es decir, para decirlo de forma más corta, la vida es lo que tú eres en ella. Probablemente, desde hace muchos años desde que saliste de la adolescencia para entrar en la etapa temprana de la adultez, algo que se pensaba como un placer porque, entrar en la adultez temprana es básicamente la antítesis del yugo de vivir bajo las normas de los padres, pero vaya placer más culposo, porque lo más verosímil de ese placer es que desperdiciamos las horas en una rutina repetida todos los días.
El placer de la monotonía, para ser exactos. La sola frase resulta bastante incómoda. Hasta suena a sentencia penal o nos recuerda mucho a ella.
Hasta que se llega al punto, en algunos tempranamente y en otros demasiado tarde, de la crisis existencial y la intensa revisión personal.
Cuando esto ocurre, la mayoría descubre que existe una exótica vida nocturna y que en el centro de sus ciudades hay establecimientos que abren toda la noche.
Claramente la vida nocturna puede resultar en su momento una espléndida forma de romper la rutina, pero dado cierto tiempo, la vida nocturna se vuelve militante de la monotonía y ¿adivina qué? Pasa a formar parte de la rutina porque siempre es lo mismo, siempre es la repetición de los mismos eventos y nadie quiere practicar la filosofía del hámster dando vueltas en su jaula.
Para romper con la rutina y me refiero a un rompimiento apoteósico, es necesario tener o al menos imitar la astucia de un mamífero migratorio y no reproducir, como si nuestra vida fuese un casete, la terca sagacidad del hámster.
Allá afuera hay algo más que sólo podemos encontrar si empezamos a practicar la filosofía del viajero, que es la misma del mamífero migratorio y el punto central de dicha filosofía es evolucionar como seres.
Así es, lees bien, romper apoteósicamente con la rutina es evolucionar como seres.
Probablemente romper de esta forma con la rutina tome meses o años de ahorro, pero es una forma de conspirar contra el aburrimiento y la monotonía de la rutina, por lo que esta razón forma parte de las 10 razones para viajar por el mundo.
2) Vivir con menos
Entrar en el mundo laboral es conocer, en cierta forma, las entrañas de la economía de mercado o el mal llamado capitalismo —mal llamado, porque es un término despectivo creado por Karl Marx— y se llega a una misma conclusión: producir, producir, producir.
Hay que adaptarse continuamente a las mejoras del mercado y sus demandas, por lo que inequívocamente estamos aprendiendo a siempre producir más para tener más.
Programar un viaje de retiro existencial nos obliga a ser, incluso, más pragmáticos que cuando estamos en el interior de la economía de mercado, porque se trata de una reducción sistemática de lo que consideramos realmente necesario.
La maleta y hasta en algunos casos, solamente bolsos, serán la única medición de nuestras necesidades y placeres. Luego descubrimos en la realización del viaje que los pensamientos se encariñan pasajeramente con el exceso de placeres.
Si siempre tuviésemos la necesidad de llevar en nuestros hombros lo único que necesitamos, definitivamente aprendiéramos a vivir con mucho menos, cosa que es constante al viajar, porque cada ítem y cada cosa que guardamos en la maleta o en la mochila, es a partes iguales necesario, placentero y simbólico.
Pero esta entrada de las 10 razones por la que todos deberíamos viajar, no debe confundirse con una alabanza o un canto contra la economía de mercado, porque somos seres funcionales con necesidades que van en aumento cuando se trabaja tanto.
Por lo que tampoco deberíamos confundir lo anterior a que estamos idóneamente confortados con esa vida, porque a veces, también necesitamos escapar de ella. Y lo más certero es que siempre retornaremos a ella, porque ¿de qué otra forma conseguiremos el sustento para planear el próximo viaje? Vivir con menos no es despreciar el vivir con más.
Es un continuo equilibrio, bastante análogo a la vida actoral de Christian Bale: un cambio tras otro, para lograr lo que queremos.
Si quieres saber más chequea nuestro artículo: ¿Por qué viajar es vivir?
3) Abrir la mente y añadir unos kilos de más al cerebro
Un supremo deber que tenemos como seres humanos, es convertir a la mente en un buen vino: mejorarlo con el correr de los años. Para ello, debemos comprender el poder de la mente. Lo que sea que uno piense, es.
Lo mejor que podemos pensar es que no entendemos la vida, porque eso nos confiere la libertad de atribuirle cualquier significado. ¿Imaginan si abrimos la mente?
Eso significaría que la vida puede ser un montón de cosas y de algo podemos estar plenamente seguros: viajar y explorar regiones del mundo abrirá y dilatará nuestra mente cual pupila abriéndose como la noche, como si estuviésemos consumiendo cualquier alucinógeno.
Es decir, viajar y recorrer hará de nuestras mentes un millón de cosas diferentes, desde la impronta de un gesto hasta el sonido de las olas besando la rompiente.
Una vida que signifique lo mismo que una galaxia: un montón de cosas entrecruzándose activamente, divinamente, como las sardinas bajo la mar.
De niños el respeto por la trivialidad como un derecho natural era lo que nos hacía explorar incesantemente y abrir la mente.
De adultos, el respeto por lo desconocido como un deber natural, es lo que nos hace explorar y viajar por el mundo.
Lo que es desconocido puede convertirse en recuerdo y los recuerdos, pueden ser evidencia del aprendizaje. Y el aprendizaje, es obviamente la certeza de una mente más abierta.
4) Conocer nuevos amigos
Conspirar contra la costumbre es asegurarse de dinamizar todas sus columnas. Por lo general, los soportes de una vida monótona están en el círculo social.
Muchas veces mantenemos varias costumbres y rutinas para asegurar la cercanía con personas específicas, desarrollando con esto, no en todos pero sí en muchísimos casos, una dependencia patológica.
La mejor forma de romper con todo anclaje y dependencia que pueda derivar en una ruina existencial, es viajar.
Porque de esta forma encontraremos la oportunidad de descubrir gustos, pasiones y pensamientos que han estado dormidos hasta ahora.
Por lo general, en estos viajes de retiro existencial, quienes se encargan de estimular estos recovecos oscuros del espíritu que deviene en erupciones parecidos a los seísmos musicales de un estómago con gastritis, son las personas que encontramos a lo largo del camino y que de la nada, se convierten en parte importante no sólo de este viaje sino de todos los viajes, porque lo que sea que aprendamos con ellos en dicho viaje, lo aplicaremos al siguiente viaje. Y así sucesivamente.
En cierta forma, viajar es ejercer una forma menos pasiva en la que esperamos viajeros que se dirijan al mismo destino que nosotros. Por ello, esta entrada forma parte de las 10 razones por la que todos deberíamos viajar.
Y si necesitas unos buenos consejos para emprender un gran viaje deberias ver: Consejos para viajar de mochilero
5) Divertirse fuera de la burbuja
Los seres humanos a veces son como los secretos: no aguantan tanto encierro. Vivir encerrados es posiblemente el peor castigo. Imagina vivir en una misma burbuja.
Todo el tiempo. Absurdamente odioso. Vivir todo lo que acontece en la vida dentro de una burbuja hace de la memoria una completa esterilidad, porque en vez muchos recuerdos gratos, sólo tendríamos un único recuerdo grato y entonces, el fastidio coge terreno, la saciedad también, hasta que el aburrimiento reclame los altares de tu porvenir.
Pero eso no es lo peor: lo peor es cuando disfrazas al aburrimiento con la palabra destino. Viajar es también emprender nuevas parrandas y expropiar todos los negocios que el aburrimiento y el fastidio construyeron en tu vida.
Y son muchas las parrandas o gozos que podemos encontrar en un viaje; están los divertimentos planificados y los divertimentos circunstanciales que te harán replantear lo que habías catalogado hasta ahora como diversión y risa.
Desde congresos, conferencias, conciertos de bandas independientes, ¡un montón de cosas que seguro no veías desde la vista panorámica de tu burbuja!
6) Experimentar cambios profundos
Hay muchos obstáculos en el pensamiento de la vida de las personas. La cosa es que desde el momento en que alguien se convierte en un ser productivo, considera que su lugar en la vida es exactamente ese y sólo le preocupa lo que deriva de ello y, equívocamente, considera su hoyo en la existencia como un asidero de respuestas para quienes se consideran perdidos en las turbias penumbras de una celda.
Consideran que pueden responder lo que sea, porque lo que conocen de sí, creen que es todo lo que hay que saber.
Pueden responder a exactamente casi todo, pero después una evidencia los guía hacia un hueco del cual no pueden salir: ¿tu sentido de la orientación no te dice que estas caminando en círculos? Nunca pueden responder a ello.
Es como si sus cuerdas vocales de pronto se estiraron hacia abajo como las raíces de un árbol viejo.
Si no se habían percatado que están caminando en círculos, hace mucho tiempo dejaron de saber si están avanzando o no. Dejaron de vivir, es decir, de viajar. Dejaron de conocerse y permitieron inconscientemente el estancamiento.
Decidir viajar y conocer alguna región fuera de la “latitud de confort”, es dejar de caminar en círculos, es reanudar nuevamente el conocerse a sí mismos y eso, por fortuna, está acompañado de cambios profundos, los mismos tipos de cambios que te llevaron al punto donde estás hoy, ¿por qué temer si te sientes confortablemente donde estás? Podrías volver a estarlo en un punto muy diferente al que hoy crees que te define.
7) Destruir el aislamiento
Resulta curioso, por decir lo menos, el esmero con el que se alaba el pantanal que se queda con todas nuestras huellas.
Y una gran desventaja es la ausencia de puentes para cruzar hacia el otro lado, donde no existe el pantano de la cotidianidad.
Es una sentencia casi demoníaca: al igual que como sucede con la ley, todos somos iguales ante el pantanoso sendero una vez que hundimos la suela del zapato en ella.
Seas Isaac Newton, Albert Einstein, Donald Trump, Drácula, Alien, o el que seas, si te adentras en un oscuro pantano, siempre vas a terminar hundiéndote, poco a poco, consecuentemente.
Porque tus pies pasan a ser, en sentido figurado, como las migajas de un pan duro desmoronándose, es decir, en cada pisada estás dejando un poco de ti en un horrible fango. ¿Adivina? El pantano acaba quedándose con una gran parte de tu ser y pasas a ser una porción más de un lodazal asqueroso que es como un cauce formado por todo y todos los que se han hundido en él.
Pero recordemos uno de los puntos neurálgicos de una de las razones anteriores: el poder de la mente.
Cuando creas, así sea por un segundo, que tu única regla es hundirte sin más remedio, recuerda pensar que las reglas son para romperlas. Y esta regla, esta norma tan odiosa, la rompemos cuando decidimos volar muy alto, porque así de poderosa es la mente.
Abolir el aislamiento es fundar nuevamente el Estado de libertad. Recuerda: el aislamiento es solamente mental y se extiende como horizonte cuando la convertimos en creencia.
Y sólo mentalmente podemos vencer esa noción: una vez proclamada esta victoria como creencia, nuestro único horizonte será un montón de destinos que podremos abrazar fuera de esas cuatro paredes.
Empezar a vivir, empezar a conocer algo más que esas paredes, te abre todo un abanico de opciones: mudarte, estudiar otra profesión, hacer un viaje de retiro existencial y, particularmente ésta última, es la idónea para abolir el encierro no sólo en esas cuatro paredes sino para esas fronteras tan familiares para ti: escapa también un tiempo de tu latitud, esas cuatro paredes que son las fronteras más odiosas.
¿Qué esperas? Planea, programa, ahorra y empieza un paseo que te saque del aislamiento del cual te enseñaron que todo está bien con respecto a él.
8) Recuperar tiempo perdido
La cotidianidad a veces es tan o más inamovible que un viejo árbol: es hora de talar este árbol y de su celulosa, fabricar las hojas en las que escribirás la nueva historia de tu vida fuera de la cotidianidad, porque a veces hundidos en esa pesadumbre cronometrada en la agenda nos perdemos de mucho.
Quizá nos perdemos de mucho, si lo pensamos bien, hasta que estamos alienados en nosotros mismos.
Perdemos nociones, perdemos afectos por los detalles, perdemos la calidad de sensación de maravillarnos o sorprendernos por las montañas que casi tocan las nubes, perdemos la tibieza impregnada en el ocaso, perdemos el tiempo.
O lo invertimos de forma que nos genera grandes pérdidas emocionales, pasionales, sentimentales, existenciales.
Hay un mundo allá afuera donde podemos invertir el tiempo ingeniosamente. Tantas formas de recuperar el tiempo con tan sólo viajar por ahí, simplemente guiados por nuestro niño interior.
Como senderistas, como mochileros, como pasajeros en tercera clase, pero piénsalo un poco; el abanico de actividades al aire libre o completamente ajena a lo que conocemos como vida.
Recuperar el tiempo a veces significa alejarse del lugar donde hemos invertido la mayor cantidad de nuestro tiempo: no es una despedida sino un “hasta luego, hay un viaje esperando por mí”.
9) Aumento de la creatividad
Algo inherente de viajar y moverse entre las curiosidades del mundo es que ampliamos sustancialmente nuestra creatividad.
Porque viajar es aprender continuamente y ello deriva de la interacción que realizamos con las culturas locales que nos reciben, además de las relaciones interpersonales que cultivan las circunstancias.
De hecho, desde otras ópticas, viajar califica como una técnica para muchísimos escritores que aspiran a graduar la atmósfera de sus narrativas y bien esto podría facilitarte muchas herramientas a la hora de crear una historia con masa y peso.
Uno de los míticos, premio nobel de literatura por cierto, Ernest Hemingway, para escribir muchas de sus novelas que lo llevaron al estrellato y la estridencia mediática viajaba al lugar donde quería ambientar sus novelas; en su bitácora, reposan numerosas latitudes en las que expandió la óptica de sus filosofías íntimas, entre las cuales podemos mencionar: África, la Habana, París, Madrid, entre otras.
Quién sabe si al salir de los muros que gobiernan tu existencia, te inspires como escritor y consigues la fama como narrador, pero ¿cómo saberlo si no empiezas nunca? ¡Alístate para el viaje!
10) Ser feliz
Tan simple es la décima razón de estas 10 razones por las que todos deberíamos viajar: ser feliz.
Siempre se dice que la felicidad se mide en momentos y cada viaje es un momento de felicidad que puede durar años.
Porque así de profundas son las huellas que permanecen en las suelas de los zapatos con que surcamos las tierras que decidimos explorar.
La vida es un viaje: asegúrate de viajar siempre.
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