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Conoce a Cocaí la perrita callejera que ahora es mochilera

Cocai en Yukon, Canadá - Viajeros Perrunos
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Estas a punto de conocer la mágica e inspiradora historia de unos viajeros muy especiales y sin duda, dignos de admirar. Se trata de Roberto y Cocai un explorador, amante de la naturaleza y una perrita callejera boliviana, que se ha convertido en una viajera mochilera a todo terreno y juntos son Viajeros Perrunos.

Comenzamos develando los inicios de este encuentro y como ahora recorren el mundo haciendo realidad el sueño de viajar.

Tabla de Contenidos

¿De dónde eres y cómo empezó ese deseo de viajar por el mundo?

Soy de España (Madrid). Siempre he sido un apasionado de las distintas culturas del mundo, de la naturaleza y los animales, por lo que viajar era, es y será siempre la mejor vía para satisfacer estas pasiones. En mi etapa universitaria hice algunos viajes y voluntariados por España y otros países, pero no fue hasta terminar biología cuando inicié ese gran viaje que iba a cambiar mi vida: Sudamérica.

¿En qué momento del viaje te encontraste con Cocaí y cómo fue ese encuentro?

El encuentro se produjo a mitad de mi viaje por Sudamérica, exactamente el 20 de junio de 2014. Fue en un pueblo de Bolivia llamado Samaipata, a caballo entre los Andes y la Amazonía. Era una cachorrita de apenas un mes abandonada en unos cartones y muy enferma. De hecho en el veterinario me dijeron que probablemente muriese. La recogí y la llevé al camping en el que estaba, sin saber muy bien qué haría a continuación…

Cocai en su lugar de origen, Samaipata, Bolivia – la perrita callejera que ahora es mochilera

¿Qué te llevó a tomar la decisión de adoptarla y seguir la ruta con Cocaí?

Mi idea era recuperarla y después darla en adopción a una familia local que la quisiese… ¿Cómo iba a viajar con un perro? ¿Y qué haría después con ella al volver a casa? Pero formamos un vínculo muy especial, debido seguramente en parte al hecho de estar sacándola adelante en el estado tan vulnerable en que se encontraba… Pero también por la compañía tan leal e inigualable que me estaba aportando. Ella me necesitaba, pero yo a ella también.

El caso es que empezamos a viajar juntos. Yo pensaba que no iba a ser posible, pero para mi sorpresa fuimos avanzando kilómetros y kilómetros por Bolivia, Brasil, Perú, Ecuador… Hasta volar de vuelta a España. En esos meses de viaje pasamos por todo tipo de ecosistemas, nos movimos en autostop, bus, barco (y avión, finalmente) y, sobre todo, me di cuenta que viajar con un perro no solo es posible (difícil, eso sí, como respondo en algunas cuestiones más adelante), sino que es la experiencia más maravillosa del universo.

Aparte de viajar con un compañero al que quieres más que nada, tiene una gran ventaja adicional: el acercamiento de las personas. Otros viajeros, y en especial de la gente local, que es probablemente el mayor tesoro que busca un viajero cuando visita un país. Yo sentí el cambio de un mayor contacto en Sudamérica desde el momento en que encontré a Cocaí la perrita mochilera. Los niños son los más curiosos, pero también tuvimos el honor de charlar y compartir un rato (o mucho más que un rato) con adolescentes, jóvenes, adultos de mediana edad y ancianos. Esto se ha repetido en todos los viajes que hemos hecho juntos desde entonces. Así que la decisión de adoptarla y seguir ruta con ella fue una mezcla de amor perruno y experimentar que era posible y mágico. Viajar con tu perro no se puede comparar a ningún otro viaje.

Cocaí se convirtió en una perrita mochilera ¿Se adaptó rápido a los viajes y al movimiento constante?

Se adaptó perfectamente, desde el minuto uno. Creo que su destino era ser una perra mochilera y recorrer mundo. Está hecha para esto (¡más que yo incluso!).

Casi todos los trayectos en Sudamérica los pudo hacer conmigo, bien haciendo autostop bien yendo arriba en el autobús con el resto de pasajeros. Pero también le tocó a la pobre ir en bodega en un par de buses y al llegar a destino estaba tan contenta y queriendo perseguir pelícanos en la playa o monos en la selva. El siguiente viaje por Norteamérica casi dos años después lo llevó también genial, adaptándose al calor, al frío, a la lluvia, a pasar horas en la carretera haciendo dedo… Es como si supiese que después de un poco de “sufrimiento” vienen los chapuzones en ríos y playas, los trekkings por bosques y montañas o las carreras por la nieve.

¿En algún momento sentiste miedo de no ser aceptado con ella en algunas partes? Alguna experiencia

Miedo no, pero sí incertidumbre. Viajar con un perro puede ser estresante, pero la experiencia te va curando. Desgraciadamente, en la mayoría de países los perros no son aceptados en muchos lugares y servicios, empezando por el transporte público y los alojamientos. Nosotros hemos aprendido a resolver estos dos grandes dilemas: viajamos haciendo dedo y acampamos el 90% de las veces (hay que llevar tienda siendo viajero perruno). Y resulta que esto se ha transformado en una enorme ventaja en dos sentidos: aventuras y bolsillo. Podemos prolongar el viaje mucho más porque nos ahorramos los dos grandes gastos de un viaje al tiempo que vivimos experiencias únicas de la mano de gente bella (y en ocasiones un poco loca) que nos sube en sus coches. En la siguiente sección hablo un poco de esto.

Por otro lado, los restaurantes no representan un gran problema para mí. Suelo comer en puestos callejeros y en pequeños negocios familiares que no suelen poner pegas por Cocaí la perrita mochilera. Además, los restaurantes o bares que no admiten perros no voy por principios (ni siquiera en Madrid). En caso de no encontrar un establecimiento dog-friendly siempre está la opción de comprar en el supermercado o una tienda y hacerte un bocadillo, una ensalada o cocinar (viajo con camping gas, que lo utilizo más en el campo que en ciudad).

No obstante, el estrés sigue latente en forma de Parques Nacionales y Reservas Biológicas, sitios arqueológicos, museos… Hay lugares muy especiales dentro de estas categorías en los que he tenido que hacer malabares para poder visitarlos. A veces he conseguido entrar con Cocaí la perrita mochilera, a veces he tenido que ingeniármelas para poder dejarla con alguien (camping, hotel o centro de adiestramiento canino, amigos…) y otras veces me he quedado sin poder visitar alguno de estos lugares (aunque han sido muy pocas ocasiones).

Robert y Cocai en Hierve el agua, Oaxaca, México – la perrita callejera que ahora es mochilera

Mención aparte son las ciudades grandes, donde al viajar con tu compa de cuatro patas todo se complica. Para moverse suele tocar patear de lo lindo, y para hospedarse lo mejor es Couchsurfing, pero no siempre es fácil encontrar un host que te aloje con perro. Yo trato de evitar las ciudades, salvo las que son de visita obligatoria. Prefiero la naturaleza y las zonas rurales de todos modos.

Su estilo de viaje es mochilero, haciendo dedo en las vías para seguir avanzando… ¿Muy difícil? ¿Recomiendas esta manera de viajar?

No solo lo recomiendo, sino que a día de hoy no entiendo mis viajes sin alzar el pulgar en la carretera. Nuestros viajes no serían lo mismo sin la aventura del autostop. Quizás en el comienzo del primer gran viaje de una persona, lo más importante son los destinos soñados… Pero poco a poco va ganando terreno el camino que hay de por medio para llegar a estas metas. Hasta que la meta es simplemente viajar, ese camino.

Viajar a dedo nos ha llevado a vivir una cantidad de aventuras alucinantes, cargadas de adrenalina. Y también, por supuesto, a conocer a gente… La gente más bonita del planeta. Mi familia y mis amigos me dicen que vaya suerte tengo con la gente que me lleva: gente que se ha desviado de su camino para llevarme cientos de kilómetros, gente que me ha invitado a comer, gente que me ha invitado a su casa a pasar unos días… Pero no es suerte. Es que viajar de esta forma es como una especie de filtro para conocer a la gente más genial del mundo. Estamos hablando de unos seres que están dispuestos a parar en la carretera para llevar a un desconocido a cambio de nada. Puro altruismo. Si encima paran viendo que tienes un perro significa que probablemente les gusten los animales.

Robert y Cocai haciendo autostop, Trans Labrador Highway, Canadá – la perrita callejera que ahora es mochilera

Muchas veces es gente abierta o que ha viajado mucho, pero te encuentras con todo tipo de personas que paran. Los salvadores de la carretera no entienden de género, edad, nacionalidad, condición económica, religión o ideología política.

Gracias a viajar a dedo he hecho muchísimos amigos con los que sigo en contacto después de años.

¿Cuántos países han visitado juntos y cuáles son las próximas rutas?

¡Tenemos archivados dos grandes viajes y estamos con el tercero ahora mismo! Actualmente en Turquía 😉

Sudamérica: Bolivia, Brasil, Colombia, Perú, Ecuador, Chile. Con Cocaí estuve 5 meses de viaje antes de volver a España.

Norteamérica: México, USA y Canadá. 18 meses juntos recorriendo todo América del Norte a dedo.

También hemos hecho viajes cortos por España, Portugal y Francia.

Esta próxima ruta la he denominado el Pekin Express Canino, porque quiero llegar con Cocaí desde Madrid a China haciendo autostop. Mi objetivo en este viaje es triple (aparte del puro disfrute de viajar): seguir con mi tarea de animar a otras personas a viajar con sus perros, contribuir con mi granito de arena a la concienciación animal allá por donde pisemos y, especialmente, debido a los estereotipos que tenemos en occidente sobre Asia y los animales, mostrar que hay amantes de los animales en todos los países que recorramos.

Hemos pasado de momento por Francia, Italia, Eslovenia, Croacia, Hungría, Rumanía, Bulgaria y Turquía. Luego vendrán Georgia, Armenia y Azerbaiyán… A continuación quiero ir por Irán y Paquistán rumbo a la India y Nepal, pero no sé si nos van a dejar pasar con perro por esa zona (en caso negativo iremos por Kazajistán y Asia Central). Por último Sudeste Asiático y China. Calculo que estaremos unos dos años en la ruta.

De momento llevamos visitados juntos un total de 19 países, pero en un par de años serán unos cuantos más.

Robert y Cocai en el Grand Canyon National Park, Arizona –  Cocai la perrita callejera que ahora es mochilera

¿Alguna manera de generar ingresos para seguir los viajes?

Sí, aunque yo me enfoco más en el aspecto de ahorrar que de generar ingresos.

Tengo unos diarios que voy escribiendo a lo largo de mis viajes. En principio eran mi forma de comunicarme con los míos (mis padres, básicamente) y quizás conmigo mismo. Pero luego decidí darles forma, añadirles fotos y subirlos en algunas plataformas de librerías virtuales. De momento solo he colgado el primero: “Diario de viajes por Sudamérica y cómo convertí a una perra callejera en mochilera”. Se puede encontrar en Amazon (formato físico y digital) y en Smashwords (formato digital). Los detalles en el blog Viajeros Perrunos

También vendo fotos, normalmente a mano (exposiciones, en la calle), pero tengo una idea que voy a sacar pronto adelante vía blog y redes sociales.

Los beneficios de estos ingresos van destinados a este proyecto nuevo de Viajeros Perrunos por Asia. Quiero hacer un documental enfocado en la cultura canina de los países por los que pasemos, mostrando que los amantes de los perros no son pocos.

De momento tengo que decir que Turquía es uno de los países más dog-friendly en que he viajado nunca, con una población sensibilizada por los animales que les da comida, y genial para viajar porque los sitios más turísticos como yacimientos, ciudades subterráneas y parques tienen abiertas las puertas para ellos.

¿Tienes alguna anécdota inolvidable viajando con Cocaí?

¡Tengo demasiadas! Casi todas relacionadas con gente que nos acoge en sus casas por unos días después de recogernos en la carretera. Eso es lo mejor, encontrarse con gente increíble que te ayuda y te da cariño. Seguro que la mayoría de mochileros estarán de acuerdo. Sin ir más lejos, acabamos de convivir una semana con una familia turca preciosa a la que nunca olvidaré, al igual que nos ha pasado con otras familias y personas en Perú, México, EEUU, Canadá o Francia.

A veces, sin embargo, hemos hecho amistades peligrosas… Voy a contar una experiencia mexicana para no dormir: ¡el viaje en el coche de unos narcotraficantes por el norte de México! Aprovechando que justo he hablado de mis cuadernos copio aquí el extracto que escribí sobre este episodio:

“El viaje empezó con muchas risas. Resulta que eran dos hermanos llamados Emilio y Emiliano, pero además tenían como otros tres Emilios y otros cuatro Emilianos entre sus filas de hermanos. Por lo visto, el padre había tenido hijos con muchas mujeres y, o bien eran nombres que le entusiasmaban mucho, o igual no se sabía más. Yo les dije que mi perra se llamaba Emiliana y casi se mueren de risa.

Y de repente, de un segundo para otro, la risa se transformó en tensión… “Bueno, Roberto, pues te tenemos que contar una cosa”, dijo Emilio (o Emiliano, no sé). “Somos malandros”. Obviamente yo sabía a qué se referían: eran narcotraficantes. Pero me hice el tonto un poco. Me dijeron que se habían decidido a llevarme porque querían saber de primera mano cuál era la percepción de un extranjero sobre este “negocio”. Y yo, “Bueno, pues depende, ¿no? Hay que ganarse el pan de alguna forma…”. A mí me dio miedo que se estuviesen abriendo tanto conmigo, algo así como te cuento lo que sé, pero te lo llevas a la tumba, literalmente. Sin embargo, en el fondo sabía que les caía bien y que no me iban a hacer nada. Además, me contaron hechos súper interesantes. He aquí algunos.

Para empezar, que las mafias de narcos en México varían mucho de un estado a otro. Estamos acostumbrados a hablar de los narcos como un todo cuando hay muchas diferencias. Según ellos, las más peligrosas en la actualidad se encuentran en Tamaulipas, Guerrero y Sinaloa. Ellos eran sinaloenses, pero como no les gustaba el modus operandi de aquéllos, emigraron al sur. Así, cambiaron un tipo de narco más sanguinario y extorsionador (con secuestros incluidos) por otro exclusivamente centrado en tener el poder del negocio de la droga. Las misiones de Emilio y Emiliano son repartir – la distribución de la droga vaya – y echar a todo aquel que esté vendiendo en su territorio. Primero le avisan; si persisten llegan las secuelas, aunque ellos me aseguraron que nunca habían matado a nadie (¡y yo feliz de escuchar aquello!). Pueden pegarle una paliza al “intruso” o, como le hicieron a una mujer que se atrevió a vender cristal por allí, robarle el coche y esconderlo en el bosque para siempre (o tirarlo a un río).

Otra de las cosas que me contaron es que la policía está compinchada (excepto la militar, que son los que los buscan), así como el gobierno. No es algo nuevo, pues siempre se ha escuchado, pero que te lo diga un narco cara a cara en un espacio tan pequeño como es el interior de su coche impresiona. Y más cuando me enseñaron mensajes en su grupo de WhatsApp: miembros del equipo, policías y gente de gobierno avisándose unos a otros qué carreteras tienen un control militar, caminos alternativos para pasar la droga, etc. Efectivamente, el narcotráfico es súper organizado.

Íbamos conversando sobre estas cosas cotidianas, como quien habla del tiempo, cuando tomamos un camino de tierra, saliéndonos de la carretera. Les dije que yo me quedaba mejor en la carretera para seguir mi ruta, pero me dijeron que les había caído muy bien y me querían llevar más lejos, y que para ello tenían que dejar antes unas cosas en casa. No hice más preguntas y me quedé ahí pasmado. Aunque confiaba en que no me iban a hacer nada, no podía dejar de imaginarme que me iban a pegar un tiro y tirarme a un río que corría en paralelo a nosotros. Incluso miré a Coqui pensando si eran estos nuestros últimos minutos de vida. “Bueno, al menos espero que a ti te adopten como mascota del equipo narco”, le dije con la mirada. Ciertamente, tenía sentido que me matasen después de haberme contado todo aquello…

Pero no lo hicieron, obviamente (de lo contrario estas páginas no existirían). En su lugar, ya habiendo llegado a destino – una especie de hacienda – abrieron el maletero y sacaron cajas de marihuana y cristal… ¡Y armas! Cocaí, mientras tanto, se saludaba con los primeros perros narcos que había conocido, e incluso parecía intuir algo, pues iba con el rabo y la cabeza gachos. Emilio y Emiliano se sacaron cada uno una pistola del pantalón, se la entregaron a otro wey que debía ser el guardián de ese escondite de cosas prohibidas, y nos metimos de nuevo al coche.

Todo esto lo hicieron porque a partir de ahí los territorios no quedaban bajo su control, y no tenían red de apoyo o aviso en caso de controles militares. A mí, no obstante, no se me había ocurrido que cuando me habían dado el ride estaban “de servicio”. Si nos llega a parar la militar hoy seguía en la cárcel. Madre mía. Salimos a la carretera principal y paramos en un Oxxo un momento. Emilio se bajó a comprar y Emiliano le dijo que me comprase algo a mí también (o Emiliano fue el que se bajó y Emilio el que dio la orden, ¡qué más da!). Y así continuamos, comiendo papitas y bebiendo gaseosa por las tierras secas del norte de Nayarit. Muy chido, o muy surrealista.

El colmo del surrealismo, sin embargo, venía a continuación. Preocupados los narcos por la distancia que me separaba de mi familia en esas fechas especiales – Navidad – me ofrecieron llamar a mis padres con su teléfono (borrando luego la llamada; ellos eran los primeros interesados en ello). Me negué muchas veces a la oferta (“No, de verdad, gracias. Es muy caro”), pero ellos insistieron más (“No es nada para nosotros, yo hago una llamadita y me cargan rápido el dinero”). Se pusieron muy pesados y no quería tampoco llevarles la contraria… Total, que acabé hablando con mi madre desde el teléfono de un narco. “Todo bien mamá, me han dado un ride unos tipos muy buena onda que insistieron en que os llamase”. Todo muy loco.

Al final llegamos a un punto que consideraron suficientemente lejos (lo cierto es que nos avanzaron un buen tramo). Otra gasolinera, aunque esta vez en mitad de la nada, cerca de la frontera con Sinaloa (un estado que ya no me atraía tanto…). Nos despedimos como si fuésemos viejos amigos que se han reencontrado después de años sin verse y, justo antes de bajar del coche, me pusieron en la mano un total de 1000 pesos (unos 50 euros, que allí es una cantidad importante). De nuevo, imposible rechazar su oferta, no me dejaron. Así que salí del coche con este dinero negro en mi poder.

Curiosamente, según contemplaba cómo se alejaba el coche con estos hombres a bordo (que también son seres humanos, no lo olvidemos) una señora se me acercó y me dio otros 100 pesos. “Para tu perro”, me dijo. Como estaba en shock ni siquiera hice el amago de rechazarlos.”

Robert y Cocai en Western Brook Pond, Newfoundland, Canadá – la perrita callejera que ahora es mochilera

¿Qué le dirías a las personas que deseen viajar con su perro, pero se cohíben de hacerlo?

Este es precisamente el objetivo fundamental por el que nació Viajeros Perrunos: animar a otros viajeros a lanzarse a la aventura con sus amigos peludos. ¡Queremos más perros viajeros merodeando por el mundo! De hecho, una de las razones principales de viajar a dedo y con bajo presupuesto es para demostrar que se puede hacer incluso en las condiciones más modestas y de esta forma alentar a todos.

Así que les diría a todos esos potenciales viajeros perrunos que, aunque difícil y a veces frustrante, siempre se puede… y que es la experiencia más bonita que un humano y su perro puedan tener. Para alguien que quiere a su perro y le gusta viajar no hay nada como compartir un baño en una playa, un trekking por las montañas, una selva llena de animales, un paseo por una bella ciudad haciendo amigos perrunos, una noche de acampada en la naturaleza con la melodía del río, experimentar nuevos sabores en los platos tradicionales… No importa cómo viajes, si haciendo camping o alojándote en hoteles, si levantando el pulgar o alquilando un coche, siempre se puede. Y de verdad que vale la pena. Me creerás cuando veas la felicidad en sus ojos.

Si quieres viajar con tu perro y tienes alguna duda puedes escribirme. Estaré encantado de responder y tratar de ayudar. Para mí es súper importante que la gente viaje con sus perros, porque cuantos más viajeros perrunos haya por el mundo más se tendrá que amoldar a nosotros la infraestructura turística: más autobuses, alojamientos, restaurantes y atracciones turísticas que admitan perros. ¡Queremos más derechos perrunos! Suena a chiste, pero es verdad. Los perros están hoy en día muy discriminados a la hora de viajar.

Creo que viajar con un perro es ya de por sí una razón de peso para contribuir con nuestro granito de arena a que las cosas cambien. “Seremos pioneros y será más difícil que en unos años” Pero precisamente será más fácil en unos años por gente como tú o como yo que se arriesga.

Cocai de Camping lifestyle – la perrita callejera que ahora es mochilera

Realmente no hay dudas que el que quiere puede. Una vez mas queda demostrado que lograr los sueños es posible.

Si te gusto esta inspiradora historia de Roberto y Cocai puedes compartirla, para que mas viajeros y personas amantes de los animales y los viajes conozcan este ejemplo. Puedes seguir sus rutas mas de cerca a través de:

Instagram @viajerosperrunos 

Facebook @viajerosperrunos 

Web: viajerosperrunos.com

Youtube @viajerosperrunos 

 

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Written by Portal Explora

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